lunes, 4 de mayo de 2015

"Pero... ¿por qué haces eso?": La experiencia de entrenar un Ironman

    "¿Y cuánto es eso?", "eso es muy duro, ¿no?", "¿estás loco?", "me estoy cansando sólo de pensarlo", "¿qué te dan si ganas?"... Son algunas de las reacciones que he ido escuchando de las personas que me han visto entrenando diariamente estos últimos 8 meses con un objetivo muy ambicioso, casi inabarcable para el entendimiento de muchos y, en cierto modo, un tanto difuso e inexplicable para quien se decide a afrontarlo. La respuesta al "por qué" hacer un Ironman no es sencilla, depende de muchos factores de la personalidad del sujeto en cuestión y de la manera en la que pretende aproximarse a la prueba.

   Al final me voy dando cuenta, a sólo 2 semanas y 5 días para que de comienzo el Ironman de Lanzarote 2015, que los 3,8 kilómetros nadando + 180 kilómetros en bici + 42,195 kilómetros corriendo (sí, sin descansar entre medias) son sólo distancias numéricas de referencia a cubrir en un día determinado, que pueden resumirse en "una paliza monumental" para el cuerpo y para la cabeza; pero que la verdadera dificultad reside en el entrenamiento previo: un mínimo de 6-8 meses de desgaste físico y mental, en los que puedes llegar a sentir y descubrir cosas maravillosas y sorprendentes, en los que creces a muchos y muy variados niveles, en los que cambias muchos aspectos de tu yo físico y psíquico, pero en los que vives momentos difíciles de sentimientos muy contradictorios y a menudo desconcertantes: un vacío interior que da paso a una euforia inexplicable, días en los que te duele todo el cuerpo seguidos de otros en los que te crees Superman, el cansancio extremo de pelearte contra no se sabe muy bien qué o quién, y todo tipo de luchas internas. Y es que, si algo debe darte realmente pavor al enfrentarte a una aventura de estas características, es el saber que vas a tener que enfrentarte a tus miedos y a tus puntos más vulnerables para poder llegar a la línea de salida (a la de meta ya os contaré, si es que consigo cruzarla), a algo que trasciende mucho más allá de lo físico. Nunca hay que perderle el respeto a una prueba de esta envergadura, y considero que hay que empezar a plantearla siempre desde la humildad, la voluntad y la confianza en nuestras posibilidades desde una actitud realista, pero sin renunciar a dejar volar un poco la imaginación. Por supuesto, a toda esta complejidad tan "profunda y elevada" que se traduce en un cacao mental importante, hay que sumar el compaginar con cuestiones más "mundanas" como tener (y mantener) una novia, un trabajo, una familia y, en la mayoría de las ocasiones (aunque no es mi caso todavía) hijos, mujer, hipoteca y eso, la vida misma.

   Pues bien, aquí estoy yo, Yerko Cano Ródenas, a mis 26 años, afrontando los momentos finales de este viaje, locura, sueño, pesadilla o como se quiera llamar. Me siento muy afortunado de tener inquietud por muchas disciplinas muy diferentes: la música es mi vida y mi profesión (soy pianista y, si os apetece, podéis escucharme y verme en algún vídeo en Youtube), amo profundamente el cine, me apasiona la medicina, la arquitectura, la física y las matemáticas, la filosofía, la historia; y disfruto sobremanera de un buen libro, de la naturaleza, del silencio, de los animales (en especial los perros) y de un largo etcétera. Se me olvida un pequeño detalle a resaltar: me gusta hacer deporte.

   Mi gusto por el deporte viene desde pequeño: jugué en el equipo de baloncesto del colegio, en el club de tenis, era feliz en todos los recreos con los partidos de fútbol, incluso recibí clases de ajedrez. De niño fui siempre muy competitivo y un tanto insoportable a veces por mi afán de ser siempre el primero en todo; con la edad eso se fue transformando en un perfeccionismo excesivo a veces y en una búsqueda constante de objetivos muy grandes, a veces inalcanzables, tanto en el deporte como en mi carrera como pianista. Una lucha constante, pero ahora centrada en vencer más a mi propio yo que a los demás.

   Partiendo de esta base, mi acercamiento al atletismo vino de las ganas tremendas de un chico de 16 años un poco pasado de peso (comía mucho y muy bien entonces) por tener un cuerpo a la altura de un anuncio de Calvin Klein. Comencé  a correr 20 minutos casi todos los días, y esa rutina fue creciendo de forma exponencial y un tanto caótica hasta que conocí al padre de mi novia, quien me introdujo en el mundo de las carreras populares. Hace aproximadamente año y medio, conocí en el gimnasio al que actualmente voy, Aqa Los Prunos, a quien es hoy en día mi entrenador y mi guía, Santi,  hacia el que sólo puedo sentir agradecimiento, respeto y profunda admiración. Él me animó a organizar mis entrenamientos y racionalizar mis objetivos deportivos. Mis marcas ya eran decentes antes de conocerle: menos de 36 minutos en 10 kilómetros y en torno a la hora y 25 minutos en el medio maratón; después de trabajar juntos 8 meses, conseguimos bajar a 34 minutos en los 10000, ganar la media maratón del Escorial con 1 hora y 17 minutos, e incluso acabar el maratón de Madrid en 3 horas 15 minutos (a pesar de hacer los últimos 3 kilómetros andando por unos malditos calambres en los isquiotibiales).

   Fue en junio del año pasado cuando participé en mi primer triatlón en distancia olímpica, una experiencia que recuerdo como tremendamente emocionante y divertida. Pasado el verano y 2 triatlones olímpicos más, empezamos a plantear un proyecto en común con Isra (otro "pupilo" de mi entrenador): el Ironman de Lanzarote 2015. Comenzamos desde entonces a recorrer un camino desconocido y tortuoso, aprendiendo los unos de los otros y animándonos con muchas bromas y muy buen humor. La verdad es que, a pesar de que me considero una persona bastante solitaria e introspectiva, considero casi imprescindible un trabajo conjunto para mantener la motivación y las ganas de entrenar durante tantos meses y a tanta intensidad. Personalmente, he tenido la gran suerte de tropezar con estos dos personajes a los que espero haber aportado aunque sea una décima parte de todo lo que ellos me han enseñado y transmitido. Gracias chicos.

   Ya para ir acabando este primer artículo de presentación, vuelvo a la pregunta del título: "¿por qué hacer un Ironman?" Creo que la respuesta está en la propia condición de la vida como lucha constante hacia una situación mejor o sencillamente distinta, que nos aporte sabiduría y experiencia, que nos haga sentir y crecer, que aporte alguna dirección y sentido a nuestra propia existencia. Es, en definitiva, una forma de conectar con el mundo y de enfrentar un período diferente en nuestra vida, en el que sabemos que vamos a caer 100000 veces, vamos a sufrir (y en ocasiones vamos a hacer sufrir también a los que más queremos) y vamos a tener que afrontar debilidades y "fantasmas" propios de la historia y la experiencia vital de cada uno. Pero los grandes proyectos de la vida: aprender una profesión, mantener una pareja, cuidar un hijo… los cuales son, sin lugar a dudas, mucho más complejos que un simple Ironman, requieren siempre una gran dosis de sacrificio personal. Pero lo que nos aportan, lo que nos ofrecen a cambio de nuestra lucha, ¿no lo merece?. Ese, quiero creer, es el fin último de una palabra tan maltratada como lo es "deporte".

   He de reconocer que me ha costado mucho sentarme a escribir este artículo, no porque no tuviera nada que decir, sino que me daba realmente miedo enfrentarme a mis pensamientos y mis reflexiones acerca de este viaje. Además, mi energía y mi motivación han ido cayendo en picado estos últimos meses, gracias en gran medida a mi extraordinaria habilidad de machacarme y cuidar en exceso mi alimentación, lo que físicamente me ha pasado factura (y anímica y mentalmente aún más). Aunque creo poder decir, sin ánimo de parecer vanidoso, que antes de haber llegado a la línea de salida, ya he ganado mucho. Uno llega a descubrir, a lo largo del camino, que los pequeños "tesoros" que podemos encontrar cada día pueden ser más gratos y útiles que la consecución del gran objetivo final. La meta no es más que una guía que nos lleva a un continuo aprendizaje. Y a disfrutar de lo pequeño y del instante presente, de cosas tan insignificantes como puedan parecer el comerse un plátano, saborear una barrita energética con sabor a cookie de chocolate, notar la lluvia y el viento en la cara, o compartir un bidón de bebida isotónica tras muchos kilómetros encima de una bicicleta.

   No quiero olvidarme de Manu, miembro de nuestro equipo Triaqa Los Prunos, que por desgracia tuvo una lesión que no le va a dejar estar en Lanzarote. Mucho ánimo para ti, eres un deportista admirable.

   Sólo nos arrepentiremos de lo que no hayamos intentado. Si afrontamos nuestro propio desafío, ya hemos ganado.










No hay comentarios:

Publicar un comentario